Orígenes
El caballo es originariamente americano pero alrededor del 10.000 AC se extinguió en nuestro continente, habiendo ya migrado a Asia, Europa y África. La raza criolla es descendiente del caballo ibérico berberisco y del árabe.
El caballo en América
Según el Diccionario de la Real Academia Española, “criollo” viene a significar “Nacido en los antiguos territorios españoles de América”.
En el segundo viaje de Cristóbal Colón se completó un ciclo histórico, porque volvieron a galopar en nuestras tierras los caballos.
En 1535 Don Pedro de Mendoza fundó el Puerto de Nuestra Señora Santa María del Buen Ayre. En ese pequeño puerto dejó casi un centenar de caballos y yeguas. Eran caballos enteros, a la usanza española que no acostumbraba montar castrados.
Grande fue la sorpresa de Don Juan de Garay en la segunda fundación de (esta vez) la Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Santa María del Buen Ayre. Miles de caballos salvajes, habitaban la zona. Caballos criollos nacidos de caballos españoles.
El caballo criollo
Sus principales características son la agilidad, rusticidad, nobleza, aguante, mansedumbre e inteligencia. Características que no vienen solas, ni son fruto del hombre precisamente…
Estos caballos que encontró Juan de Garay fueron producto de una perfecta selección natural pues estando desatendidos, sólo sobrevivieron los más aptos, los que sobrellevaron heladas, calores, sequías y lograron escapar de predadores como los yaguaretés y los pumas.
El indio
El indio pronto entendió al caballo mejor que nadie. Araucanos, tehuelches, pampas y ranqueles aprendieron a montarlo y dominarlo como nadie, siendo uno con la bestia. Como centauros americanos, supieron domarlo de palabra y sin ejercerle violencia. Lo montaban a pelo, sin estribos ni riendas. Tan sagrado ha sido el caballo que aún hoy, tribus mapuches del sur durante el Camaruco (ceremonia sagrada heredada de los tehuelches) deguellan uno en sacrificio a la divinidad.
Mientras hubo hacienda en abundancia, el indio y el cristiano convivieron sin problemas. Pero cuando las vaquerías se hicieron mas difíciles, y los animales para el cuero escasearon, el indio comenzó a saquear y robar, mediante el uso del caballo en los malones. Sus armas fueron las boleadoras de dos bolas, la lanza y el caballo (el cual era usado como un arma de avasallamiento). La táctica del ataque en malón es la diversificación de la masa: estar en todos lados y en ninguno.
La relación entre el caballo y el indio es descripta por José Hernández en su Martín Fierro:
Por vigilarlo no come
ni aún el sueño concilia;
sólo en esto no hay desidia;
de noche, le asiguro,
para tenerlo seguro
le hace un cerco la familia.
En el caballo de un pampa
no hay peligro de rodar,
!jué pucha! y pa disparar
es pingo que no se cansa;
con proligidá lo amansa
sin dejarlo corcobiar.
Jamás le sacude un golpe
porque lo trata al bagual
con paciencia sin igual;
al domarlo no le pega,
hasta que al fin se le entrega
ya dócil el animal.
El criollo, héroe de la independencia
El caballo criollo fue usado por el Ejército Argentino desde sus inicios. Combatió en San Lorenzo, Salta y Tucumán. Cruzó a Chile para liberarlo y luego a Perú y a toda la Patria Grande.
El general Don José de San Martín llegó a decir “Estos diestros y maniobreros caballos que los españoles desconocen”.
Para el Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas, “…tenga VS siempre presente que los caballos son el primer elemento de triunfo en la guerra…”
La generación del ’80, dentro de la modernización general del estado, también actualizó las costumbres hípicas. Se comenzaron a realizar curzas con razas caballares británicas y francesas. Se buscaron caballos pesados para tiro y artillería; mestizos elevados para caballería; razas de carrera para divertimento.
Aunque el Ejército dejó de ser equinomóvil en 1962, aún hoy, la Segunda Sección del Escuadrón Riobamba del Regimiento de Granaderos a Caballo está compuesta en su totalidad por caballos criollos, en su mayoría gateados.
Don Emilio Solanet, el padre del caballo criollo
Don Emilio Solanet nació en 1887 y falleció en 1979. Dueño de la Estancia El Cardal, ubicada en la localidad de Ayacucho, supo de la existencia de caballadas criollas intactas en poder de caciques tehuelches del Chubut y partió en su búsqueda.
En 1922, luego de mucho trabajo, presentó a la Sociedad Rural Argentina un standard para la raza criolla y fue aceptado.
En 1823 fundó la Asociación Argentina de Criadores de Caballos Criollos.
En 1925 sus caballos Gato y Mancha partieron para cumplir la gran odisea hípica de la historia: unir Buenos Aires con Nueva York.
Conclusión
Hoy es el caballo de trabajo por excelencia en el campo argentino.
Noble e inseparable del hombre de buena fe, honra a su dueño y a la patria.